AUTOR: Santiago Peña
La mañana de un octubre
era oscura y muy opaca;
y al cruzar la enorme cumbre
una mujer sollozaba.
Se encontraban indiferentes
ante esta pobre enamorada;
la gente la veía,
pero ella los ignoraba.
Ya que estaba herida,
como si fuera una puñalada,
a ella le dolía
porque estuvo enamorada
de aquella persona
que en sus sueños recordaba.
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